jueves, 23 de octubre de 2014

Capucine Trochet y el viaje del Tara Tari


Barco de yute "Tara Tari". Foto: Blog Capucine
Habitualmente escribo en este blog sobre viajes, lugares o experiencias de naturaleza vividas en primera persona. Luego están algunas reseñas de libros o exposiciones que me apetece compartir. Esta entrada es en cierto modo una excepción. La historia de Capucine Trochet y el viaje del Tara Tari tienen todos los elementos para un buen libro, pero no es un libro es la vida real. Tampoco he tenido relación directa con la historia pero me pasó bien de cerca sin yo saberlo. Cuando oí contar a su protagonista el viaje en el programa de Roge Blasco “Levando anclas” de Radio Euskadi me pareció excepcional y eso que ya he oído y leído muchas historias de viajeros en veleros por el mundo y todas son increíbles.



Visita a Bilbao, Guggenheim.Foto: Blog Capucine
El primer fin de semana del pasado mes septiembre, Iratxe y yo estábamos casualmente por Bilbao y pasamos por la Gran Vía. En un local de esa calle participaba Capucine en la presentación de un documental sobre su viaje en solitario con el velero el Tara Tari.  Había sido invitada al "Sail In Festival" un certamen sobre barcos de vela. De haberlo sabido, hubiera estado genial oír sus relatos de primera mano, en su defecto ahí está la larga entrevista que le hizo Roge Blasco. Capucine Crochet nació en la Bretaña, tierra con gran tradición marinera como pude conocer cuando viajamos por allí en el 2011. Tradición marinera pesquera pero también recreativa, me sorprendió ver todos sus puertos abarrotados de veleros en un lugar donde apenas hay días de cielo azul en la costa. 


Navegando en el Tara Tari. Foto: Blog Capucine
La Bretaña tiene la mayor parte del año un tiempo desapacible y lluvioso. Capucine no era de tradición marinera más bien venía de una familia de montañeros. Aún así tenía la ilusión de navegar y viajar. Capucine padece una enfermedad conocida como el síndrome de Ehlers Danlos que es hereditaria y que afecta a los tejidos de la piel causando fatiga y ruptura de tendones entre otros síntomas. Lejos de limitarse por ello optó por la superación. Tras una estancia de ocho meses ingresada en el hospital del que salió en silla de ruedas, comenzó a poner en marcha su sueño. Había practicado anteriormente la vela pero esta vez quería navegar en solitario y llegar a cruzar el Atlántico.



Reducido interior del barco. Foto: Blog Capucine
Compró un viejo barco originario de Bangladesh que en el puerto llamaban "rubbish" (basura en inglés). Un prototipo de barco extraño construido en yute, una fibra natural muy en deshuso ya que ha sido sustituida en casi todas sus aplicaciones por el plástico. Mientras se rehabilitaba, y bajándose de la silla de ruedas, fue acondicionando poco a poco el barco, hubo de dejar de tomar morfina para el dolor que le medicaban para poder seguir la reparación del barco. Uno de los días llegó a romperse el coxis de un golpe, pero se lo ocultó a su médico ¿cómo explicarle que estaba arreglando un barco con el que iba a cruzar el Atlántico?




Cruzando el oceano Atlántico. Foto: Blog Capucine
Con la rehabilitación del barco su salud fue mejorando y el pequeño tamaño de su embarcación le permitiría hacer casi todas las maniobras sin grandes desplazamientos. Era un barco a su medida. Salió de Marsella y recorrió el Mediterráneo en solitario en invierno, bajó hasta las Canarias y Cabo Verde con una mar terrible, sin GPS, sin motor auxiliar, todo a vela, no tenía dinero para esos artilugios. Con otro tripulante afrontó el cruce del Atlántico y llegó a la isla de La Martinica en las Antillas. Ese fin de semana de septiembre Capucine estaba presentando un documental sobre su navegación en el local de la Gran Vía. Su positivismo y ganas de superación me han llegado, su aventura aún no ha terminado, justo estos días retomado el viaje y espera continuar hacia el Pacífico.

Audio Programa “Levando anclas” Radio Euskadi  28 de septiembre 2014
(00:23:45-01:07:12)


Blog de Capucine Trochet y el viaje del Tara Tari (en francés)

viernes, 10 de octubre de 2014

Transahara 11 (2013-14) Mali, de Mopti a Burkina Faso

Paisajes de carretera, Mali. César María Aguilar Gómez
Habíamos apurado los días en Malí y ya no me quedaba apenas tiempo para visitar  Burkina Faso a donde nos dirigíamos. Los imprevistos de un viaje africano hacen que no puedas ir con el tiempo justo y recorrer cuatro países por tierra, Marruecos, Mauritania, Malí y ahora Burkina Faso en tres semanas. Eso era demasiado. Así, terminamos de embalar todas las compras de artesanía en Mopti y nos dirigimos hacia Bobo-Dioulasso en un par de días de furgoneta. Desandamos parte del tramo recorrido días atrás, compramos telas en la población de San y tuve los dos últimos días de paisaje africano. Entre Mopti y Bobo-Dioulasso más poblados con casas y graneros de barro y grandes baobabs junto a ellos.




Baobabs Adansonia digitata César María Aguilar Gómez
Los baobabs tienen un aspecto curioso, es como si estuvieran plantados del revés con sus raíces al aire, una sensación que se veía acentuada por estar sin hojas debido a la época seca. Pero había algunos de ellos aún más pelados y con ramas más romas, no sabía por qué. Lo pude averiguar en una de esas imágenes de carretera en las que ves la vida cotidiana discurrir junto a las aldeas. Un hombre podaba un baobab, hasta las puntas más altas, con un hacha atada a una larguísima pértiga. Vaya habilidad. Probablemente forraje para el ganado. Otro “tratamiento” que hacían a muchos de esos árboles era quitarles su corteza a tiras a una o dos alturas.
Debido a ello se crean dos nudos horizontales que le dan esa imagen de pata de elefante tan característica.


Abejaruco Merops orientalis César María Aguilar Gómez
Había visto muchos árboles así en otros lugares, pero no lo había relacionado con ese manejo. Y nuevamente siguió el paisaje con mangos, árboles de karité y palmeras dum (Hyphaene thebaica) con sus característicos troncos ramificados. También más aves de la “brousse” como los preciosos abejarucos esmeraldas (Merops orientalis) o los alcaudones piquigualdos (Corvinella corvina). La frontera con Burkina Faso, a diferencia de las anteriores, fue un trámite sencillo. El “país de los hombres honestos” nos recibió amablemente. Esa es la traducción de Burkina Faso el nombre que le dio el malogrado "Che africano" Thomas Sankara cuya vida acabo de conocer algo mejor a través de la novela negra de Antonio Lozano, El caso Sankara


Mezquita de Bobo-Dioulasso. César María Aguilar Gómez.
A solo 60 kilómetros de Bobo-Dioulasso nuestra tercera y última avería, pero con ingenio nos lo arreglaron y llegamos a tiempo. Nos instalamos en casa de unos amigos y salimos a Le Bois d'Ebene. Esa noche había un reunión de griots y músicos del Africa occidental: guitarras eléctricas, saxos y ritmos de soukous, rumba congoleña, desert blues, wassadou... ¡estuvo genial! Buena parte de las músicas eléctricas surgidas a partir de los sesenta en África occidental me apasionan, no todas, pero sí lo que oí esa noche. Al día siguiente apuré mi visita a la ciudad, me despedí de Nines y Raquel y en autobús a Ougadougou. El avión hasta Casablanca tardó poco más de 3 horas, lo que a nosotros nos llevó tantos días por tierra. Pero fue un viaje inolvidable.

viernes, 3 de octubre de 2014

Transahara 10 (2013-14) Mali, el País Dogón 2

Mezquita Kani Kombolé. César María Aguilar Gómez.
Durante años el País Dogón ha tenido bastante turismo, pero cuando nosotros estuvimos allí no había nadie debido al conflicto del norte de Mali. Pasamos varios días visitando aldeas dogón con sesiones intensivas de compra de artesanía para la asociación Angata. Para las compras seguíamos la costumbre local de visitar primero al jefe de la aldea que almacenaba buena parte de la producción de tallas, bronces y artesanías del poblado. Visitamos primero el poblado de Kani Kombolé y luego seguimos la pista de arena que une los pueblos de la base del cortado. Pasamos por Teli y llegamos hasta Endé conduciendo con cuidado para no quedarnos en los arenales.





Antigua casa del hogón, Teli. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
A partir de Endé ya fue imposible seguir con la furgoneta, el suelo era todo arena, así que nos instalamos allí. Al detenerse el turismo mucha de la actividad artesana se había parado y había muchas tallas de madera estropeadas por la carcoma, de modo que había que visitar a muchos artesanos. Visitamos a un buen número de ellos y a comerciantes de los distintos barrios y poblaciones cercanas. En Teli aprovechamos para visitar las construcciones de la base del cortado, los viejos graneros, las diminutas edificaciones tellem y una antigua casa coloreada perteneciente al hogón, el chamán y curandero de los dogones.





Toguna, "casa de la palabra", Endé. C.M. Aguilar Gómez.
Para llegar a Nombori utilizamos una carreta tirada por un buey. Entre las construcciones típicas de los pueblos había una que siempre había querido ver, las togunas o casas de la palabra. Había una en cada barrio y consistía en un recinto abierto con un techo bajo apoyado sobre postes tallados. Arriba solían verse varias capas de paja de mijo almacenada y debajo se reunían los viejos de la localidad. En ese espacio  hablan y discuten cuestiones de la vida del poblado. Pero la característica más curiosa es que no hay altura suficiente para ponerse de pie, una medida para evitar conflictos. Al parecer nadie se enfada lo suficiente estando tumbado o sentado. ¡La idea es genial!




Tejedorcillo Sporopipes frontalis. C.M. Aguilar Gómez.
Entre compra aquí y compra allá, aproveché para ver las poblaciones, sus alrededores y algunas de las aves más fáciles de observar. La planicie cultivada en torno a los pueblos se encontraba entonces con rastrojos de mijo y en ella era habitual el tejedorcillo frontal (Sporopipes frontalis). Hacía los nidos en un curioso árbol espinoso, el “datilero del desierto” (Balanites aegiptiaca), de pequeños frutos globosos. En los cortados eran habituales los nidos de cuervo pío (Corvus albus). Entre el arbolado de la zona había además grandes de acacias y baobabs donde podía verse el precioso barbudo pechirrojo (Lybius dubius) o el suimanga pigmeo (Anthodiaeta platlura).





Agama de cabeza roja (Agama agama). C.M. Aguilar Gómez.
Pero siendo época seca era un paisaje agostado donde a media mañana ya paraba la actividad de las aves por el calor. Dicen que en época de lluvias sobre algunos de los cortados se formaban largas cascadas y, en las depresiones de arena que veíamos, había encharcamientos e impetuosos arroyos. Costaba imaginar aquello con el calorazo que hacía entonces. Pero cuando era mal momento para las aves era bueno para el reptil más común, el agama de cabeza roja (Agama agama) que se soleaba en los muros y tejados de las casas de barro.



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