viernes, 29 de agosto de 2014

Transahara 5 (2013-14) Mauritania, Nouakchott-Mali

Dunas con Leptadenia pyrotechnica C.M. Aguilar Gómez
La “ruta de la esperanza”, o “route de l´espoire” como se la conoce en Mauritania, es la carretera que se dirige al interior del país y va hacia el norte de Mali. Es una lástima que no puedas recorrerla con total tranquilidad por la inestabilidad en Mali pues atraviesa una región espectacular. En toda Mauritania optamos por dejar de conducir al aproximarse la noche y tampoco acampamos en sitios aislados. Siempre buscábamos alguno de los precarios camping del país o dormíamos junto a los numerosos controles militares. Y es que a lo largo de Mauritania tuvimos que pasar, y dar todos los datos, en aproximadamente unos 40 de esos controles. Al poco de salir de Nouakchott la carretera atraviesa kilómetros y kilómetros de un sistema de dunas rojas impresionante.




Mezquita y dunas. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Las dorsales de esos campos de dunas se disponen paralelas unas a otras a escala geográfica. Pero a pesar del sustrato arenoso y del pasto agostado, no era una zona árida o carente de vida, al contrario, las dunas tenían bastante vegetación, árboles y arbustos dispersos que daban un aspecto muy saheliano al paisaje. El arbolado estaba formado por acacias de grandes espinas (Acacia raddiana) y unos arbustos, todo tallo y  sin hojas (Leptadenia pyrotechnica), que estaban en plena floración. Sobre los suelos arenosos se veían también árboles de Sodoma (Calotropis procera), bien aislados o bien en extensas formaciones de portes raquíticos en lugares con suelo más degradado.





Gorriones dorados (Passer luteus). C.M. Aguilar Gómez.
Al paso de la carretera encontrábamos pequeñas poblaciones entre los valles de dunas. Los pozos de agua favorecían unos asentamientos compuestos de haimas y edificaciones dispersas. Al igual que en otros poblamientos mauritanos, los plásticos y los envases campaban a sus anchas. La gente pastoreaba vacas con aspecto de cebúes, ovejas, cabras y camellos. También comenzaron a ser frecuentes esos burros con una banda negra en el lomo tan característicos del sahel. Los ves sueltos por el campo, en grupos o tirando de las abundantes carretas. Una de las noches paramos en un control militar en una de las poblaciones de las dunas y pude recorrer esos paisajes a primera hora de la mañana.




Meseta de Tagant . Foto: César María Aguilar Gómez.
En torno al pozo de agua se veían grandes bandos de gorriones dorados (Passer luteus), por el suelo collalbas rubias (Oenanthe hispanica) y entre los árboles se desplazaban ruidosos los tordalinos rojizos (Turdoides fulvus). En la arena se veían muchas huellas, la mayoría de jerbillos esos ratones saltadores típicos del desierto. Se veía mucha más actividad que la que observé en las dunas del Sáhara Occidental. Seguimos la ruta y antes de llegar a Kifa hubo cierto cambio de paisaje. Aparecieron mesetas de roca, llanuras con acacias, pastos agostados y, en ramblas secas, dos especies de palmeras la datilífera (Phoenix dactylifera) y la palmera dum (Hyphaene thebaica) con sus característicos troncos ramificados.




Coracias abisinica y Adenium obesum C.M. Aguilar Góme.
Las rocas del paisaje eran la meseta de Tagant en cuyos barrancos están los famosos cocodrilos del desierto (Cocodrylus suchus) redescubiertos en 1994. ¡Lástima unos días por allí! Cada vez con más frecuencia se veían carracas de Abisinia (Coracias abisinica) y, poco a poco, el suelo fue menos arena y más tierra y polvo. Vimos canasteras (Glareola pranticola) y cigüeñuelas (Himantopus himantopus) saliendo de lagunas someras y estacionales. La carretera se llenó de agujeros y aparecieron tramos en obras donde había que conducir por pistas laterales. El polvo rojo inundó todo lo que llevábamos. Estábamos entrando en algo más parecido al sahel en época seca que al desierto. Y control tras control, por fin llegamos a la población de Aioun el Atrous, donde nos encaminamos hacia la frontera de Gogui-Nioro, hacia Mali.

viernes, 22 de agosto de 2014

Transahara 4 (2013-14) Mauritania, Nouadhibou-Nouakchott

Dromedarios cruzando fronteras. C.M. Aguilar Gómez.
Al sexto día de salir de Algeciras, y tras recorrer más de 2.000 kilómetros por Marruecos, llegamos a la frontera con Mauritania. Durante todo el trayecto a través del Sáhara Occidental habíamos pasado unos 15 controles policiales y militares, pero lo de la República Islámica de Mauritania fue aún más intensivo. Llegamos a la frontera temprano y ya había allí una larga final de vehículos esperando a que abrieran. Solo dos coches más eran de europeos, el resto camiones y vehículos de “transporteurs”, africanos que bajan de Europa llenos de mercancías para venderlo todo, coche, camión o autobús incluido. Toda la mañana nos eternizamos en papeles y esperas. Primera lección africana de paciencia.





Cruzando dunas en tierra de nadie C.M. Aguilar Gómez.
La frontera de Gerguerat debe ser una la más surrealistas que existen. En realidad se pasa del Sáhara Occidental, ocupado por los marroquíes, a Mauritania y de ahí el lío de reconocimientos legales. Hubo una época en la que solo se podía cruzar hacia el sur escoltado por un convoy militar. Hoy ya existen dos puestos fronterizos, marroquí y mauritano, que se reconocen mutuamente pero separados unos 4 kilómetros. Entre medio está la “tierra de nadie” donde no actúa ninguno de los dos estados. La carretera asfaltada se interrumpe y el entorno aún sigue minado. Hay muchas rodadas en el suelo de arena y roca para cruzar ese tramo y, por motivos obvios, no conviene alejarse de ellas.



Haimas de nómadas mauritanos. C.M.Aguilar Gómez.
Algunas zonas de la “tierra de nadie” parecen un decorado de la película Mad Max. Hay basura por todos los lados y chatarra, mucha chatarra, de coches, de televisores y de todo lo comerciable. En ella se hacen todo tiempo de negocios de compra-venta ilegal dado que no existe autoridad ninguna allí, es por eso que te encuentras una trupe de gente esperando a los que llegan de Marruecos. Puedes ver gente caminando que ha llegado en coche y entra en Mauritania a pie con grandes sumas de dinero en el bolsillo. Gente que es carne de soborno en la aduana mauritana. Apenas saqué fotos representativas de ese caos, pues trato de evitar la cámara en las fronteras, más en una como esta.




Junto a la mezquita del puesto militar C.M. Aguilar Gómez
Una vez en Mauritania, y sin entrar en Nouadhibou, condujimos dirección a Nouakchott. Veíamos haimas de pastores nómadas, camellos, acacias y gente con sus largos trajes azules, los bubús, y turbantes ocultando la cara. También llanuras con tabaibas (Euphorbia balsamifera), matorrales salinos y cada vez más dunas de arena, cuervos píos (Corvus albus) y hasta corredores saharianos (Cursorius cursor) en la cuneta. Dormimos junto a un control militar de camino a Nouakchott, lo que ya haríamos siempre por seguridad en ese país cuando pernoctábamos en el campo. Por la noche un cielo con miles de estrellas y alcaravanes (Burhinus sp) reclamando sin cesar.




Hora punta en Nouakchott. César María Aguilar Gómez.
Al día siguiente la carretera hasta Nouakchott nos mantuvo lejos del litoral del que nos separaba un extenso arenal. No accedimos al Banco d´Arguin, el mítico lugar de invernada para miles de aves europeas, ya que para ello es necesario atravesar con guía el mar de dunas litoral. En Nouakchott aprovechamos para hacer los visados a Mali y para comprar melfas para la asociación, unas telas teñidas de vistosos colores con que se visten las mujeres mauritanas y saharauis. Tras la comida dejamos atrás una ciudad caótica, sucia y hasta con atascos, donde el estado mauritano ha dado forma a un gran asentamiento en un país de gente eminentemente nómada.

viernes, 15 de agosto de 2014

Transahara 3 (2013-14) Marruecos, El Aaiún-Mauritania

Salida de El Aaiun hacia Bojador. C.M. Aguilar Gómez.
A partir de la laguna de Najla comenzaron a aparecer las primeras dunas. La costa del Sáhara Occidental no es aún zona de grandes campos de dunas, los llamados erg, pero algunas se veían. Cuando estas lenguas de arena discurren paralelas a la carretera pueden ser un problema por su gran movilidad. Pero la ruta, hoy en día, está más transitada que hace unos años, en especial por camiones que acuden al puerto pesquero de Dakhla y, por ello, también mejor mantenida. Así, no nos encontramos ninguna duna obstaculizando la carretera como solía pasar hace algunos años. Aunque sí veíamos, de cuando en cuando, como la arena saltaba "peligrosamente" la carretera con el viento costero.



Bucanetes githagineus Foto: César María Aguilar Gómez.
Con nuestro plan de viaje “relámpago” no había mucho tiempo para ir parando a ver las aves que se cruzaban. Sin embargo, solo con atravesar y ver el paisaje desértico a mi alrededor ya merecía la pena el viaje. Todos los días dormíamos al aire libre, Raquel y Nines con un colchón dentro o fuera de la furgoneta y yo con una pequeña tienda fuera. Así, con las primeras luces del día, aprovechaba un ratillo antes de desayunar para ver los alrededores del lugar donde habíamos acampado. En el desierto puede ser que en esa pequeña muestra de terreno no veas apenas ningún ave, y así sucedía muchos días. Pero luego, durante el día y estando atento a la conducción, podía identificar algunas de las especies que nos cruzaban por delante. 



Parásita Cistanche phelypaea. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Por el paisaje desértico veía pasar, entre otras especies, camachuelos trompeteros (Bucanetes githagineus), alondras ibis (Alaemon alaudipes) y collalbas negras de Brehm (Oenanthe leucopyga). De vez en cuando también golondrinas comunes invernantes en vuelo y tarros canelos (Tadorna ferruginea) en balsas. En los paseos matutinos lograba reconocer algunas de las plantas del paisaje, aunque no muchas ya que la austeridad propia de esas especies dificultaba su identificación. Pocas estaban florecidas, pero las que lo estaban al menos daban una pista para reconocerlas.






Varias especies de flora costera. César María Aguilar Gómez.
La más bonita y espectacular, sin lugar a dudas, fue la Cistanche phelypaea una planta parásita que ofrecía una llamativa pirámide de flores amarillas saliendo de la arena fina. Otra flor parásita menos vistosa y más rara, y que solo vi en Najla, fue Cynomorium coccineum. En cuanto a los matorrales la mayoría eran quenopodiáceas, probablemente del género Salsola, aunque me era complicado afinar más sin otras referencias de esa flora. En los suelos salinos de la costa, o en saladares superficiales, aparecía la uvilla de mar (Zigophyllum sp) con sus diminutas flores blancas y pequeños arbustillos de Frankenia sp. Pero para disfrutar sin la necesidad de devanarse la cabeza con discretas plantas o fugaces observaciones de aves, estaba también la diversidad de los paisajes geológicos.




Kitesurfing Bahía de Dakhla. César María Aguilar Gómez.
Dunas, saladares, acantilados, relieves erosionados por el viento y hasta masivos arrecifes de corales fósiles junto al mar. De todos aquellos paisajes me impactó la gran bahía de Dakhla, espectacular por sus dimensiones. En ella descansan, protegidas del oleaje del Atlántico, enormes extensiones de aguas marinas superficiales. El lugar se ha convertido en el paraíso de los caravaning, sobretodo franceses, que pasan allí buena parte del invierno disfrutando de la luz, el mar y el buen tiempo. También es la meca de los que practican el kitesurfing, ese deporte en el que se deslizan con una tabla sobre el mar arrastrados por cometas. Un toque de color en el desierto que me pilló por sorpresa.

viernes, 8 de agosto de 2014

Transahara 2 (2013-14) Marruecos, Ceuta-El Aaiún

Eligiendo dátiles en Jemaa el-Fnaa C.M. Aguilar Gómez.
La primera parte de la ruta consistió en cruzar Marruecos de norte a sur por el litoral. Fue un trayecto de varios días que comenzó en el verde y húmedo norte marroquí. A través de autopistas llegamos a Marrakech dejando atrás humedales costeros, invernaderos hortícolas, campos labrados y bosques de alcornoques. De vez en cuando desde la cabina veía vuelos de elanios azules (Elanus caeruleus), ratoneros moros (Buteo rufinus) y muchas muchas garcillas bueyeras (Bubulcus ibis). Al pasar junto a Marrakech no nos resignamos a parar un rato en la siempre bulliciosa plaza Jemaa el-Fnaa.






Estribaciones al sur del Souss. C.M. Aguilar Gómez.
Allí mismo disfrutamos de los típicos zumos de naranja recién exprimidos, de un breve paseo y repostamos unos dátiles para el camino. No es la primera vez que visito la ciudad pero siempre me quedan ganas de estarme más. En esta ocasión no pudo ser, así que regreso a la autopista y hacia Agadir. Entre Marrakech y Agadir vimos desplegarse un pintoresco paisaje de media montaña con tierras rojas y afloramientos de roca, el AntiAtlas. El suelo descarnado de esas montañas se cubre de una planta parecida a los cactus. En realidad no lo son, ya que no hay cactus en África, se trata de Euphorbia echinus y su forma es una convergencia evolutiva de adaptación a la aridez. En Canarias los llaman “cardones”.




Desembocadura Oued Ez Zehar. C.M. Aguilar Gómez.
Pero lo que más presencia tiene en ese paisaje son los arganes (Argania spinosa) un árbol propio del valle del Souss. Es casi una especie “maná”, sale sin apenas suelo fértil, da de comer a las cabras y produce un aceite muy apreciado para distintos usos. Por las cunetas de la ruta también se dejaron ver, ágiles y vigilantes, algunas fugaces ardillas morunas (Atlantoxerus getulus). Tras pasar los oueds Souss y Massa, en el entorno de Agadir, los paisajes se volvieron cada vez más áridos y poco a poco los arganes comenzaron a desaparecer. Proseguimos atravesando poblaciones como Tiznit, Guelmim y Tan-Tan. A partir de Tan-Tan la carretera se aproximó a la costa y ya prácticamente no la abandonó durante todo el recorrido hasta Mauritania.




Gaviotas Larus audouinii. César María Aguilar Gómez.
Buena parte de la costa atlántica en ese trayecto son grandes acantilados de roca. Desde la parte alta de los cortados se veían pescadores con largas caña tirando sus lances a un mar de fuerte oleaje donde parecía complicado obtener capturas. Antes de llegar a El Aaiún, ya territorio del Sáhara Occidental ocupado, atravesamos varios oueds que interrumpían los acantilados costeros y formaban playas. Los humedales formados eran lugares de invernada de muchas aves europeas. Por allí se veían gaviotas de Audouini (Larus audouinii), muchas de ellas anilladas muy probablemente en el Delta del Ebro, donde se concentra y anilla gran parte de la población mundial de la especie.




Laguna de Najla P.N. Khenifiss. C.M. Aguilar Gómez.
También pudimos ver otras especies como flamencos (Phoenicopterus ruber), charranes patinegros (Sterna sandvicensis) y diversos limícolas como ostreros (Haematopus ostralegus). De todos modos había poco tiempo para detenerse, así que solo íbamos viendo lo más aparente. Uno de los días que dormimos junto a una playa, en el paseo matutino por la orilla, puede encontrar el esqueleto un delfín entre los restos de basura traídos por el mar. De todos estos oueds que vierten al Atlántico hay uno espectacular, el que forma la laguna de Najla en el parque nacional Khenifiss de Marruecos. Su verdor entre tanto color ocre parecía un auténtico espejismo.

viernes, 1 de agosto de 2014

Transahara 1 (2013-14) De Marruecos a Burnika Faso


Ruta por tierra Logroño-Ougadougou (Burkina Faso)
Un viaje para cruzar el Sáhara por tierra no se improvisa. Son muchos kilómetros a recorrer para atravesar el mayor desierto del mundo y llegar al corazón del África del Oeste, Burkina Faso. Y aunque el viaje no estaba improvisado, mi incorporación a él sí fue de última hora. A mediados de diciembre de 2013 me encontré con tres semanas de vacaciones acumuladas que tenía que tomarme de inmediato. Un tiempo antes había oído hablar en uno de los programas de radio de Roge Blasco sobre un raid para bajar en coches particulares al País Dogón (Mali). Una gente de Madrid solía hacer la convocatoria dos veces al año y sabía que algunos conductores aceptaban pasajeros para compartir gastos.



La tripulación en Mauritania: Nines, Raquel y yo.
Llamé a los organizadores pero me dijeron que el raid de diciembre no se haría al no haber gente para bajar. A pesar de todo una de las organizadoras, Raquel Barrio, iría en furgoneta con Nines Cejudo, de la asociación Angata, a comprar artesanía hasta Burkina Faso. Angata es una iniciativa de un grupo de mujeres de Madrid que viajan por el Magreb y África del Oeste desde hace más de 20 años apoyando economías locales. Compran artesanía sobre el terreno a pequeños productores y la venden en una tienda del barrio Lavapiés. Con lo obtenido apoyan campañas de prevención del Sida en África y pequeños proyectos que los africanos, a iniciativa propia, emprenden en su tierra.




Bandiagara, País Dogón (Mali). C.M. Aguilar Gómez.
Angata trabaja al margen de subvenciones o de estructuras de las ONGs de cooperación al uso. Con los años han tejido sólidas redes de apoyo al continente y de divulgación de la cultura africana en Madrid. En esta ocasión seguirían la ruta del raid hasta el país Dogón (Mali), pero terminando en Bobo-Dioulasso (Burkina Faso). Tenían una plaza libre en la furgoneta y no me lo pensé ni un minuto, para mí el raid era solo una excusa. La ruta litoral para cruzar el Sahara la había oído contar hacía muchos años. A comienzos de los años noventa, la gente con la que yo trabajaba en educación ambiental en Ordesa me relató su viaje a África del Oeste por esa ruta. Creo que desde entonces lo tenía en “stand by” en mi cerebro.




Compra directa de artesanía (Mali). C.M. Aguilar Gómez.
El viaje de aquellos conocidos estaba previsto para un mes pero tardaron tres en regresar. Aquello me impactó. En esa década la carretera no estaba completa y para atravesar Mauritania forzosamente tuvieron que conducir por la playa en bajamar. Hoy en día toda la ruta tiene carretera asfaltada, pero cada poco algo cambia en África. Carreteras que alguien pudo conocer en buen estado puedes hallarlas completamente destrozadas por la falta de mantenimiento. Y viceversa, algunas de tan destruidas que estaban han comenzado a ser reparadas. Por ello no es raro tener que conducir tramos con más agujeros que un queso gruyere o hacerlo por pistas laterales de tierra y arena pisada mientras se prolongan las obras de reparación.



Llamando a la grúa... ¡en Algeciras! C.M. Aguilar Gómez.
Afortunadamente no todos los tramos de la ruta fueron así, pero sí unos cuantos, especialmente en Mali. Pero si pensábamos que los primeros problemas del viaje iban a llegar en suelo africano nos equivocamos. A “Matilde”, nuestra furgoneta con personalidad propia y muchos viajes africanos, le dio por empezar quejosa. A pesar de sus revisiones previas, nos dio un susto en la cola del ferry de Algeciras y nos dejó tirados. Hubo que dedicar casi un día completo a la avería y esperar a que nos trajeran una pieza de Málaga. Pero, por suerte, a última hora de la tarde ya estábamos cruzando el estrecho hacia Ceuta.





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