lunes, 18 de noviembre de 2013

Travesía en kayak por el Ebro, 2 días 1 noche

Luz de tarde en la ribera. César María Aguilar Gómez.
Hace años, cuando me compré un kayak para el Ebro, albergué la intención de poder realizar alguna vez recorridos de forma autónoma por el río. Bajar todo el Ebro es algo que me gustaría, pero no tengo prisa y no se si algún día lo llegaré a intentar. Necesitaría una combinación de tiempo, ganas y oportunidad, las tres cosas a la vez no siempre se dan, así que ya se verá. Además tiene su complicación. Una de ellas es la distancia a recorrer, unos 900 kilómetros desde  la localidad  de Arroyo, bajo el Pantano del Ebro, hasta Tortosa en el Mediterráneo. Pero sobretodo están los obstáculos físicos a salvar. En todo el recorrido he podido identificar cerca de 70 presas. Entre ellas se incluyen las presas de los grandes embalses, pero además otras más discretas como antiguos molinos, derivaciones para acequias o centrales hidroeléctricas.



Recorriendo meandros. César María Aguilar Gómez.
Demasiadas barreras a salvar. Y eso que, a buen seguro, habrá más de las que yo he visto en las ortofotos, aunque en esos casos ya serán de las sencillas de atravesar. Pero dejando para otro momento la idea del descenso del Ebro, lo que sí he ido haciendo han sido tramos del río en La Rioja, Navarra y Zaragoza. En los últimos años he realizado casi todos ellos en recorridos de un día, saliendo y volviendo de un mismo punto cuando voy solo, o en recorridos río abajo cuando me acompaña alguien más y llevamos dos coches. De todos esos tramos he de decir que los de La Rioja, y la parte más arriba de Navarra, están especialmente “cortocircuitados” por presas. No me extraña por ello que, en esta zona del río, la afición a recorrer sus tramos sea más bien escasa. 



Impresionantes plegamiento. C.M. Aguilar Gómez.
De hecho, en la mayoría de los recorridos de un día que hago tengo que saltar algunas represas a pie con el kayak. A mí en especial no me importa, pero entiendo que para mucha gente que ve la actividad con un enfoque más deportivo, esto les suponga un engorro y les desanime. Pero si hasta ahora había hecho muchos de estos recorridos de un día de duración, aún no me había animado a pasar ninguna noche por el camino remando dos días. Y esto es lo que hice el pasado mes de octubre. Con los kayak hinchables no era posible cargar lo necesario para dormir, pues tenía poco sitio donde llevar las bolsas estancas. Pero este verano, por fin, he dejado atrás los hinchables y me he comprado un kayak de travesía de segunda mano.



Buscando isla para dormir. César María Aguilar Gómez.
Ya tenía ganas de hacer la prueba de pasar dos días y una noche por ahí. Elegí un tramo que conozco bien en Calahorra y, a última hora, se apuntó un amigo con su kayak para acompañarme. Salí con Carlos Álvarez desde la presa de Machín remontando el río hasta el paraje de La Barca en Azagra. No fue un recorrido largo, ya que suelo demorarme entrando en todos los meandros que veo y en los recovecos de la base los espectaculares cortados. Se trata de disfrutar del río, no de hacer deporte. Es mi forma de verlo. La verdad es que ese día hubo una luz de tarde especial, de gran calidez. A última hora la ribera mostraba un intenso colorido con el comienzo del otoño. En La Barca de Azagra me despedí de Carlos que regresó río abajo al lugar de embarque.



Pasando la noche en la isla. César María Aguilar Gómez.
Mientras, yo seguí buscando un lugar confortable para dormir. Como era mi primera vez no tenía muy claro qué lugar elegir, pero tras ver algunos puestos de pesca por las orillas me decidí por una isla. Allí nadie me molestaría. Así, encontré una frente a la desembocadura del río Cidacos que parecía apropiada. Quería probar el equipo para dormir que no era otra cosa que una hamaca, mosquitera y una pequeña lona para hacer un tejadillo para la lluvia. Al más puro estilo amazónico. Y la experiencia no se dio mal. Una cena caliente con el hornillo, algo de lectura para la noche y a descansar. A la mañana siguiente la luz del amanecer, los cantos de las aves, un desayuno caliente y a remolonear en la hamaca con un libro un par de horitas. En la gloria. Ya solo quedaba desmontar todo y regresar, pero la experiencia valió la pena. Moverse por el Ebro con ese equipo es factible.

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