domingo, 29 de septiembre de 2013

Un rayo de luz en los Andes 1

El texto de las dos entradas con este título pertenece a un artículo que publiqué en mayo de 2012 en “Piedra de Rayo. Revista Riojana de Cultura Popular” en su número 40. El texto está tal y como apareció allí, en cuanto a las fotos están las del artículo más alguna adicional

Arqueológico en Baracoa (Cuba). C.M. Aguilar Gómez.
Desde que supe que en América se habían documentado historias de piedras del rayo similares a las de la península Ibérica, he buscado esos relatos cuando he tenido ocasión. Donde veía hachas de piedra, puntas de fecha o herramientas similares preguntaba a los guías por la explicación que daba la gente al encontrarlas. Primero fue en la Patagonia donde al ver herramientas prehistóricas y otras más recientes atribuidas a los tehuelches, albergué ilusiones. Pero nada, ni rastro de una interpretación que las catalogara como piedras del rayo. En el oriente cubano, ante una buena colección de piezas de ese tipo pertenecientes a los taínos, los nativos existentes a la llegada de Colón, la cosa también pintaba bien.




Montañas del Dpto. de Amazonas. C.M. Aguilar Gómez.
Estaba el “cuerpo del delito” y solo faltaba la historia, pero tampoco hubo suerte, al guía no le sonaba nada en ese sentido. A orillas del río Pichis, en la Amazonía peruana, pregunté a Jesús López de Dicastillo, un sexagenario viajero navarro que recorrió durante años el continente sudamericano y que oyó multitud de historias y leyendas en los Andes. Pero ni en las montañas, ni en las selvas de los ashaninkas donde yo le conocí, había oído una interpretación similar. Pese a todo insistí en un segundo viaje a Perú con Carlos Chávez, uno de los mejores guías arqueológicos que he conocido por allí.





Carlos Chávez, guía. Foto: C.M.Aguilar Gómez.
Mientras caminábamos por las ruinas de la fortaleza de  Kuélap, a 3000 metros de altitud, Carlos trataba de recordar algo como lo que yo le sugería, pero nada. Ante mi insistencia me ofreció un premio de consolación, un rayo de luz que podríamos decir después de tantas negativas. Una historia de rayos que había recogido en el departamento de Amazonas, la región de altas montañas donde estábamos, a veces áridas, a veces selváticas, pero pobladas desde antiguo y llenas de restos arqueológicos de la cultura chachapoyas. Carlos Chávez cuenta que aún hoy los pobladores indígenas de esas montañas, cuando comienza una tormenta, ponen a resguardo a los gemelos del pueblo. Existe la creencia de que los rayos no caen al azar, sino que señalan los sitios valiosos donde hay oro y también que persiguen a las personas que son “oro” en el sentido figurado, gentes con una suerte excepcional por estar vivas.

 ( ... seguirá en la siguiente entrada)

domingo, 22 de septiembre de 2013

Vida, la naturaleza en peligro (Libro)


Vida, la naturaleza en peligro 
Miguel Delibes de Castro
Ediciones Temas de Hoy. 2001
ISBN: 84-8460-086-6


Miguel Delibes, es un tipo campechano y llano, basta escucharle en algunas de sus charlas sobre conservación, o en un café hablando con sus colegas de profesión o estudiantes, para darse cuenta de ello. También es pausado en el habla y didáctico, aunque entre sus actividades no se encuentre la docencia. Sin embargo tiene una capacidad extraordinaria para digerir los resultados obtenidos en multitud de investigaciones científicas y llevarla a un lenguaje entendible por todo el mundo. Y eso es lo que hace de manera brillante en este libro. Uno lee el libro como si estuviera asistiendo a una clase magistral, con un estilo en el que va deshaciendo una madeja de argumentos y ejemplos expuestos para que nadie pueda perderse en el camino. 




Para mí como biólogo, la mayoría de las nociones y ejemplos expuestos en el libro no me eran desconocidos, pero eso no le ha quitado ningún interés a su lectura. Muchos de los conceptos están tan bien enunciados y resumidos que da gusto leerlos de nuevo. Algunos ejemplos que ilustran las ideas son clásicos y están muy bien traídos al hilo argumental, otros son cercanos al contexto ibérico y su lectura es significativa para que los lectores puedan hacerse mejor una idea de lo que cuenta. A mí me han sorprendido especialmente aquellos ejemplos de los que no había oído hablar o de los que sabía algo pero no los conocía en detalle. Entre estos últimos la sorprendente extinción de la paloma migratoria de Norteamérica o la de la diversidad de peces que se daban en los grandes lagos africanos. En el repaso a la biodiversidad y la extinción, toca todos los aspectos clave en la medida en que un libro sintético y dirigido al gran público puede hacerlo. Tener claros esos conceptos es la única forma de llegar a comprender en qué consiste el desafío de conservar la biodiversidad, sin demagogias y ni simplificaciones. En definitiva, un libro imprescindible para cualquier naturalista con vocación de entender en qué consiste la conservación y cuales son sus desafíos a día de hoy.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Galápagos en el río Ebro 2

Colocando una anguilera con Asier. Foto C. Zaldivar.
Después del seguimiento fotográfico que, entre 2010 y 2012, Javier Álvarez y yo hicimos a los galápagos del Ebro de Alfaro, un grupo de amigos y naturalistas del Grupo Ornitológico de La Rioja nos animamos a dar un paso más. Aitor Valdeón de la Sociedad de Ciencias Aranzadi estaba haciendo su tesis sobre los galápagos del valle del Ebro en Navarra y Aragón y se ofreció a muestrear la población con nuestra ayuda. Pedimos permisos a la administración riojana para poder trampearlos y así llegar a conocer su situación en la Reserva Natural de los Sotos de Alfaro. Javier Álvarez ya contó parte de aquello en su blog. Entre agosto y septiembre de 2012, colocamos nasas flotantes en cuatro puntos de ambas orillas del río, incluida la madre donde empezó todo.


3 Emys orbicularis muy distintos. C.M. Aguilar Gómez.
Y por fin pudimos saber algo más de los esquivos galápagos del Ebro. En la madre donde los habíamos fotografiado obtuvimos 5 galápagos europeos y un galápago leproso. Los números venían a coincidir con lo identificado con fotografías, y a algunos los reconocimos fácilmente por sus marcas. Los galápagos europeos eran 3 hembras adultas y 2 machos, de ellos uno adulto y otro subadulto. En los otros tres lugares que muestreamos no hallamos más galápagos europeos, aunque en uno cogimos 2 galápagos leprosos y vimos dos galápagos americanos de los cuales solo pudimos capturar uno. Entre los galápagos europeos encontramos una gran variabilidad. Y no solo en las manchas de las escamas de la piel, que era lo que nos esperábamos, sino en el caparazón.



 Mauremys leprosa en Alfaro. Foto: C.M. Aguilar Gómez
Los tres galápagos europeos que capturamos el primer día no podían ser más distintos. Uno de ellos estaba tapizado con una especie de colonias de algas que le daban un aspecto característico rugoso y verdoso. Aitor dice haber visto ejemplares así en unas poblaciones del río Aragón que desemboca aguas arriba de la Reserva Natural. De los otros dos europeos, uno tenía el caparazón liso marronáceo, sin algas, y el otro era muy amarillento y solo con unas pocas algas. Los resultados de todos estos muestreos fueron recogidos en un panel que Aitor llevó al Simposio Internacional sobre la Conservación de Galápagos de Agua Dulce celebrado en Vila Nova de Gaia, Portugal, del 22 al 24 de mayo de 2013.


 
Emys orbicularis en Alfaro. Foto: C.M. Aguilar Gómez
En este verano de 2013 hemos vuelto a solicitar permisos para continuar los muestreos de galápagos en La Rioja. Tras trampeos en la laguna del Recuenco (Calahorra), en un soto del Ebro (Calahorra) y en varias balsas en San Martín de Berberana (Arrúbal), hemos tenido que volver a los sotos de Alfaro ya que en ninguno de los sitios anteriores hubo capturas. En Alfaro sí, pero tan solo un ejemplar de galápago europeo. Ahora estamos más cerca de saber su situación en La Rioja. Los galápagos autóctonos están prácticamente extinguidos. Solo algunos ejemplares de europeo parecen quedar en Alfaro de forma residual. Mientras, en Navarra el río Aragón y muchas balsas y lagunas del valle del Ebro albergan poblaciones importantes. ¡Algo habría que hacer!

domingo, 8 de septiembre de 2013

Galápagos en el río Ebro 1

Trachemys scripta en el Ebro. C.M. Aguilar Gómez.
Los galápagos son unos animales realmente  raros de ver en el río Ebro. Me refiero a los galápagos autóctonos de los que tenemos dos especies, el galápago europeo (Emys orbicularis) y el galápago leproso (Mauremys leprosa). Existe una tercera especie, el galápago americano (Trachemys scripta), que desafortunadamente es más fácil de encontrar. Se trata de una especie exótica e invasora que no debiera estar en nuestros ríos y que ha llegado a ellos por las sueltas de gente que se aburre de cuidarlas y no se le ocurre otra “feliz” idea que liberarlas a un río o una laguna natural. En cuanto a los galápagos autóctonos apenas había unos datos dispersos en La Rioja hasta hace bien poco tiempo.




Caparazón T. scripta del Ebro. C.M. Aguilar Gómez.
Se habían recopilado citas ocasionales de ambas especies en las últimas décadas, pero en conjunto realmente pocas. Además, en la mayoría de los casos había dudas de que fueran de ejemplares de poblaciones naturales, al menos en los afluentes del Ebro por lo atípico de los sitios donde se hallaron. Con estas especies parece que en La Rioja llegamos tarde para su conservación según esos datos. Obtener citas de galápagos no es algo sencillo cuando están en baja densidad. Son animales tímidos y discretos que tienen por costumbre solearse sobre ramas emergidas del agua. A la menor sensación de peligro se tiran y ya no vuelves a verlos más. Así, es normal que haya tan pocas referencias.




Emys orbicularis en el Ebro 2010. C.M. Aguilar Gómez.
Cuando empecé a recorrer el río Ebro en kayak hinchable en el 2006, uno de los primeros días hallé en una orilla cercana a Logroño un caparazón de galápago vacío. Ilusionado, pensé que podía ser de uno de los autóctonos pero, qué va!... era de un galápago americano. Ello me sirvió para que empezara a fijarme más durante mis recorridos en las ramas emergidas de las orillas. Alguna vez que otra he visto algún bicho que se tiraba a gran distancia del kayak, pero en esas condiciones no es fácil saber de que especie se trata. Cuando lo he podido ver bien siempre ha sido un galápago americano. Por ello ya apenas espero encontrar ningún galápago autóctono en el cauce principal del Ebro y en parte porque, como luego hemos sabido, ese no parece ser su lugar habitual.
 


Emys orbicularis en el Ebro 2010. C.M. Aguilar Gómez.
Todo cambió cuando el mayo de 2010 en un recorrido a pie por la orilla de una pequeña madre o galacho del río Ebro en Alfaro, creí ver un par de galápagos europeos tirarse al agua. Insistí en el sitio y al cabo de media hora volvieron a su soleadero. Puede comprobar entonces que realmente eran de esa especie y hasta logré tomar buenas fotos de los ejemplares. A partir de ahí, ya albergué ilusiones de que hubiera aún alguna pequeña población de galápagos autóctonos en el río Ebro. Esa temporada y las dos siguientes, Javier Álvarez  y yo nos dedicamos a fotografiar ocasionalmente a todos los bichos que vimos en ese lugar y a buscar caracteres individuales que permitieran distinguirlos.




Emys orbicularis en el Ebro 2012. C.M. Aguilar Gómez.
En galápagos no es difícil individualizar ejemplares, las manchas que forman con su colorido las escamas de la piel tienen mucha variabilidad. Sin embargo, tuvimos que dar con algo característico que pudiera verse en unas fotografías que no siempre tenían buenas condiciones de luz y detalle. También en los caparazones hay marcas y deformaciones que dan variabilidad a los individuos. En distintas visitas al lugar, y hasta junio de 2012 logramos identificar en ese lugar al menos 7 galápagos europeos y 1 galápago leproso. Lo cierto es que los hábitos de los animales no eran muy predecibles y donde un día había hasta cuatro ejemplares visibles al mismo tiempo, otro día estaban desaparecidos por completo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

El jardín de hielo (Libro)


El jardín de hielo. El primer velero español en la Antártida.
Josep María Romero
ISBN: 84-261-3178-6



Los relatos de viajes en veleros tienen una atractivo especial, es un medio de transporte tan viejo como la necesidad del hombre por desplazarse y descubrir lo que hay al otro lado de esas masas inmensas de agua que son mares y océanos. Si lo que hay es la Antártida, el atractivo se ve redoblado y ese es el lugar hacia el que se dirige el Rael,  un velero en el que se embarca Josep María Romero sin ninguna experiencia previa en navegación, aunque tampoco le es imprescindible pues él es solo el cocinero de la embarcación. Hasta finales del siglo XX ningún velero español se había acercado hasta la Antártida aunque sí de otras nacionalidades. Esa es la excusa perfecta que toma un patrón de barco barcelonés para emprender el viaje y reunir a una tripulación de siete personas que quieran acompañarlo. Josep se incorpora a ellos en el Mar de la Plata, Argentina, aunque el Rael sale desde Barcelona hacia allí con el resto de tripulación. La historia es la crónica de la preparación y día a día de un recorrido sin más pretensiones que llegar a uno de los sitios naturales más espectaculares del planeta donde el hielo es el protagonista.




En las primeras etapas de aproximación no dejan de surgirles problemas técnicos, hasta el punto de que parece que tengan que abandonar el proyecto. Así, tienen que recalar en Puerto Madrin para solucionar los desperfectos. Luego estará el temible paso de Drake. Para compensar un poco, el paso no muestra su fiereza habitual, al menos en el viaje de ida. Una vez pasado, se deleitan deambulando por costas, calas y bahías en un dejarse maravillar por los paisajes de hielo azul, pingüinos, ballenas y aves marinas. En el libro, Josep va narrando de paso algunas historias de exploradores de la Antártida. En esos días además van visitando algunas bases antárticas donde contrarrestan el frío y el aislamiento con una acogida cálida y hospitalaria.



Pero si todo había sido relativamente apacible en esa navegación, durante el regreso el famoso paso de Drake les trata como se espera de uno de los lugares más castigadores del hemisferio sur. Se trata de un lugar donde los vientos circunvalan el planeta sin obstáculos de tierra y maltratan a los veleros que tratan de cruzarlo. Una salida del jardín de hielo con cuatro días azotados por los fuertes vientos y temporales que reflejan la crudeza de la navegación austral. Remueve el estómago solo de leer esos paisajes de tormenta. Se leen cómodamente desde un sofá pero en ellos no te gustaría estar inmerso, es el precio de la navegación por uno de los últimos rincones naturales del mundo.


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