domingo, 29 de julio de 2012

Grecia 5 (2009) El Oráculo de Delfos y los Montes Parnassos


Olivares y montañas en Delfos. Foto: César Aguilar
Saliendo del Cabo Sunión el viaje se alejó de la influencia directa del mar y nos dirigimos al noroeste del país hacia las montañas del interior. La primera parada fue el Oráculo de Delfos. Este yacimiento se encuentra en una ladera entre montañas y en su día fue algo así como “El Vaticano” de los griegos. Un emporio de templos donde la gente iba a preguntar a sus dioses sobre cualquier cosa de su vida, ya que al parecer hablaban allí a través de unas sacerdotisas. Por muy exótico que nos parezca, un par de milenios después poco hemos avanzado. Aún hoy seguimos preguntando a otros “oráculos” o dejamos que otros decidan y nos digan lo que hemos de hacer. Que cada uno ponga nombre a esos oráculos: pitonisas televisivas de 902, Benedicto XVI, horóscopos, Lourdes…, en fin.



Laderas del  yacimiento de Delfos. César Aguilar
Al hilo de todo esto no puedo dejar de recomendar la tremenda obra de teatro “La revelación” del bufón Leo Bassi, un tipo que al que cogí con cierto escepticismo al principio pero con el que me equivoqué, sencillamente es genial. Existe publicado un guión de la obra teatral que, aunque no es lo mismo, también está muy bien (Ediciones Barataria  ISBN 978-84-95764-60-7). Pero volviendo a Delfos, todo aquella peregrinación dejó un yacimiento espléndido con templos, teatros y hasta un estadio olímpico en sucesivas laderas. De lo visto me gustó especialmente el tholos, o construcción circular,  del santuario de Atenea. Una diosa con mucha relación con los ornitólogos ya que se la vincula con la astucia del mochuelo. De ahí el nombre científico de nuestro mochuelo europeo, Athene noctua.



Tholos del santuario de Atenea. César Aguilar
El género Athene se refiere a la diosa Atenea y el nombre específico, noctua, es por el nombre vernáculo que daba Plinio el Viejo para el mochuelo en el siglo II. Esto último según lo cuenta Francisco Bernis que lo recoge del libro “Naturalis Historia” del cronista latino. Saliendo de Delfos y dirección a Meteora cruzamos una cordillera que sobrepasa los 2000 metros y donde se halla el Parque Nacional Parnassos. El paisaje pasa del mediterráneo más seco con encinas y olivos en las partes bajas, a inmensos abetales en las altas, especialmente en la cara norte. Veo que la sierra está atravesada por un sendero de gran recorrido (GR) y por curiosidad leo en un cartel lo poco que no está en griego. 
 



Abetales del P.N. Parnassos. Foto: CésarAguilar
Es nada menos que el sendero transeuropeo E-4, el que comienza  en Gibraltar y acaba en Creta, hazaña insólita para aquel que lo intente. La zona solo la vemos de pasada, pero al menos me doy un corto paseo entre estos abetos griegos (Abies cephalonica) muy parecidos a nuestros pinsapos andaluces. Estos son abetos mediterráneos así que es curioso verlos acompañados de coscojas (Quercus coccifera), encinas (Quercus ilex), cornicabras (Pistacia terebinthus), acianos (Centaurea cyanus) o salvias de Jerusalén (Phlomys fruticosa). En el abetal hay además algo que me sorprende y es la seca de algunos pies de manera dispersa. Recuerdo que algo parecido ya me llamó la atención en otros abetales de los Montes Taurus en Turquía, en aquel lugar eran Abies cilicica.




Salvia de Jerusalén (Phlomys fruticosa). C. Aguilar
Ambas situaciones comparten que las secas afectan a unas especies de árboles “aislados” y refugiados en altura dentro de regiones cálidas. En esas condiciones, ya de por sí estresantes para esas especies, series prolongadas de años cálidos y de bajas precipitaciones tienen que mermar su viabilidad. En realidad siempre me quedaré con la duda, pero es muy probable que tras ambos casos se encuentre la misma causa, el efecto del calentamiento global. Es sabido que el aumento de las temperaturas tendrá un mayor impacto en especies de montaña al perder las condiciones de humedad que las favorecían, así los abetos en regiones cálidas se verán reducidos, algo que es posiblemente lo que ví en Grecia y Turquía.

domingo, 22 de julio de 2012

Grecia 4 (2009) Atenas y el Cabo Sunion

La Acrópolis al anochecer. Foto: C. Aguilar
Atenas, salvo por la Acrópolis, sus museos y la parte vieja, es en general una ciudad fea, caótica y con un aire muy contaminado. Dejamos la furgoneta aparcada dos días y cuando nos marchamos ya tenía una capa de contaminación sedimentada que no había visto en ninguna otra ciudad. Aún así, la Acrópolis hay que conocerla, es uno de esos sitios que aparte de por las ruinas en sí, el emplazamiento forma parte del encanto. Llegando por la carretera es una emoción ver sobre el magma urbano de Atenas un cerro rocoso con el Partenón arriba. Si hoy en día aún nos causa sorpresa, en su época y para aquellas gentes tenía que ser algo impresionante.




Antigua mezquita en Monastiraki. C. Aguilar
Además de la Acrópolis una de las laderas es un tremendo yacimiento en pleno centro que fue excavado tras la independencia del país. Con la expulsión de los turcos aprovecharon a derruir el barrio otomano y excavaron todo lo que había debajo de él. El ágora romana y la griega, algunos templos clásicos bien conservados y varias iglesias ortodoxas son parte de lo que se pueden encontrar hoy en ese lugar. Los barrios de Plaka y Monstiraki son otra de las zonas que merecen la pena y también donde hay más afluencia turística. Aun quedan influencias otomanas en la ciudad como la mezquita de la plaza Monstiraki, hoy biblioteca, o algunas calles comerciales con una organización gremial como si se tratara de un gran bazar turco.



Cerámica cicládica con forma de oso . C. Aguilar
El museo arqueológico también me resultó muy interesante, aunque es realmente  inabarcable. Lo que más me gustaron fueron esas culturas griegas de las que apenas sabemos nada como la de Micenas, el arte de las Cicladas o las pinturas de la isla de Creta. También esas esculturas de la primera época de los griegos, las del periodo arcaico, llamadas “koúros” y “korais” con semejanza al arte egipcio. Del periodo clásico es una barbaridad lo que hay allí, aunque es el que a mi menos me “engancha”. Dejando la historia y volviendo al presente, el ambiente que vimos en algunas zonas de la ciudad, la no turística, nos sorprendió. En el verano del 2009 encontramos ya un ambiente político encendido, con antidisturbios en las plazas, barrios muy degradados en pleno centro, trapicheo a la vista y hasta una carga policial en directo.



Perdices griegas (Alectoris graeca). C. Aguilar
Allí ya estaban las condiciones para las revueltas sociales que luego se vivieron cuando a mediados del 2010 se hicieron los recortes que impuso el FMI y todo lo que ha venido después. Saliendo de Atenas, hacia el sureste, está el Cabo Sunion un lugar que también visitamos. Allí se encuentra el templo de Poseidón, el dios de los mares, un sitio completamente adecuado para una deidad así. El templo destaca por sus columnas imponentes de mármol blanco en un acantilado sobre el mar Egeo. Pero yo realmente lo rebautizaría como el templo de las perdices, griegas por supuesto. Y es que con la afluencia de turistas siempre hay aves que acaban por acostumbrarse a la gente y que aprovechan los restos de comida que por allí quedan. 



Templo de Poseidón en el Cabo Sunión. C. Aguilar
En otros sitios suelen ser palomas, gorriones o córvidos, pero hay veces que el nivel ornitológico sube. En Machu Pichu, en Perú,  recuerdo que se podían ver en esa actitud a los caracas andinos (Phalcoboenus megalopterus) y en este templo de Grecia son nada menos que las perdices griegas (Alectoris graeca). Es curioso ver a una especie cinegética y esquiva como una perdiz, acostumbrarse a recorrer las ruinas llenas de gente. Allí andaban por la terraza de la única cafetería del sitio buscando las migajas bajo las mesas. Incluso una de ellas iba con toda su pollada de perdigones detrás. Pero además en el tempo de Poseidon, con tanto acantilado y columnas de roca, tampoco fue difícil ver aves rupícolas como el trepador rupestre (Sitta neumayer) o el roquero solitario (Monticola solitarius).

lunes, 16 de julio de 2012

Grecia 3 (2009) El Peloponeso, cuna de la Grecia antigua

Anfiteatro de Epidauro. Foto: César Aguilar
En el entorno de Nauplio visitamos Epidauro, un yacimiento que alberga uno de los anfiteatros mejor conservados de la época griega. El escenario y el enorme graderío sobrecogen por sus dimensiones y por su acústica perfecta. Está ubicado en lo que fue un centro de culto al dios sanador Asclepio, aunque del resto del yacimiento apenas queda nada en pie. Casi todo lo interesante está ahora en un museo muy básico, más almacén que otra cosa. Allí me sorprendió ver la cantidad de estatuas de este dios que representaban con un bastón y una serpiente subiendo. Ahí está el origen del logotipo de las farmacias que viene a representar que los venenos, simbolizados en la serpiente, pueden ser también fuente de medicamentos y curación.



Puerta de los Leones en Micenas. César Aguilar
Otro yacimiento que vimos esos días fue la fortaleza de Micenas. Pertenece a la época de la guerra de Troya y que ya se cita en las dos primeras obras de la literatura escrita, La Iliada y La Odisea. El origen de la ciudad se remonta al final de la Edad del Bronce, más de un milenio anterior al año cero de nuestro calendario. De esa época en la Península Ibérica nos queda poco más que castros y asentamientos poco “espectaculares”. El sitio está casi siempre repleto de gente aunque el día que estuvimos, tras unas intensas lluvias, habían dejado de llegar los turistas. Nosotros aguantamos buena parte de la tarde apostados dentro de la furgoneta leyendo y esperando que despejara. Al final tuvimos la recompensa, una preciosa luz de tarde y casi nadie viendo en el yacimiento algo bastante atípico.



Puerto de la isla de Poros. Foto: César Aguilar
El Peloponeso es la cuna de la Grecia antigua, pero también en las islas se desarrollaron culturas bien interesantes. Ahí está el arte de las Cicladas o la civilización de Creta y la leyenda del minotauro. Además, al pensar en Grecia uno no puede evitar acordarse de esas islas que inundan el mar Egeo. Alguna de ellas hay que ver para entender mejor el país, pero para eso la furgoneta y el ajustado periodo de tiempo que teníamos eran un inconveniente. Al final visitamos una isla pequeña junto a la costa llamada Poros con todo el encanto de los pueblos griegos marineros. La isla nos la recomendaron Toño y Angela que la conocían de parar alguna vez allí con su velero. Está a solo cinco minutos en barca-taxi desde Gálata y realmente el pueblecito no defrauda.



Calle de la isla de Poros. Foto: César Aguilar
Solo pasamos un tarde, pero disfrutamos de sus estrechas calles, sus típicas casas azul y blanco, sus floridos balcones y la vista de los barcos tradicionales en su puerto pesquero. La zona del Peloponeso que recorrimos apenas tiene playas, uno imagina que en toda la costa griega debe haber calas y sitios para bañarse, pero no siempre esa así. Hay algunas playas al sur de la Península y en otras zonas del país pero lo que nosotros vimos era una costa muy rocosa con calas muy pequeñas y muy pocas con arena. La mayoría de ellas eran de piedras, pero aún así disfrutamos de algunas de esas playas, al menos de su tranquilidad.




Costa y matorral mediterráneo. César Aguilar
Los fondos de esas aguas son tremendamente transparentes y sorprenden la primera vez que los ves. Eso tendría que favorecer el buceo y el snorkel, pero la realidad es que las aguas griegas son un tanto pobres. Ya nos lo advirtieron Toño y Angela y parece que es cierto, pues enredando con las gafas y las aletas no se veía tanta diversidad como podría esperarme. No conozco bien la razón, pero parece que ha habido mucha sobrepesca en esos mares. Uno de los días recorrí una zona con praderas de Posidonia pero, a diferencia de otros sitios similares que he recorrido en el Cabo de Gata, allí me parecieron fondos muy sosos. Eso no quita para que viera los típicos lábridos, sargos (Diplodus sp), salpas (Sarpa salpa), erizos y estrellas de mar, entre otros.

sábado, 7 de julio de 2012

Grecia 2 (2009) Paisajes y mar en el Peloponeso

Nauplio y sus buganvillas. Foto: César Aguilar
Cuando ves el Peloponeso en un mapa y tantos yacimientos interesantes te entran las ganas de visitar un buen número de ellos. Sin embargo las distancias engañan, la península es una continua sucesión de montañas de no mucha altura pero que cuesta recorrer. Carreteras estrechas, puertos continuos y los griegos con su conducción suicida te hacen desistir de grandes desplazamientos. Después de la paliza del viaje decidimos centrarnos solo en una pequeña zona, la de Nauplio la antigua capital de Grecia. A pesar de su pasado no deja de ser poco más que un pueblecito con mucho encanto, al menos la parte vieja que se visita. Está toda rebosante de buganvillas y se sitúa a la sombra de varias fortificaciones venecianas. En los alrededores hay dos yacimientos importantes que queríamos visitar y que no nos defraudaron, el de Epidauro con su colosal anfiteatro y la fortificación de Micenas.
 

Aladiernos (Rhamnus alaternus) C. Aguilar
El paisaje de esta zona tiene algo de familiar, aunque sea la primera vez que hayas estado. Es el ecosistema mediterráneo por naturaleza y de eso tenemos buena representación en la Península Ibérica. La vegetación es conocida, o al menos a primera vista eso parece, pues ves plantas que crees reconocer pero que, a veces, no son las mismas sino otras muy similares. Me pasó al ver unos arces (Acer sp) en un paseo, que luego al mirarlos con más detalle ví que tenían las sámaras de las semillas rojas, algo que no pasa en ninguno de nuestra Península, aun no he sabido que especie era. Las sierras son calizas y cubiertas de un matorral bajo de coscojas (Quercus coccifera)  y encinas (Quercus ilex), con pinos que parecen Pinus halepensis y que se entremezclan con pequeños cultivos de secano como olivos y almendros. 


Cistus crispus. Foto: César Aguilar
Entre los matorrales había jaras como el Cistus crispus o aladiernos (Rhamnus alaternus). A finales de mayo la floración primaveral aún aguantaba algo pero no demasiado y ya se veían muchos herbazales agostados a esas alturas. En cuanto a las aves mucho mediterráneo: curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y carrasqueña (Sylvia cantillans), golondrina daurica (Hirundo daurica) y vencejo real (Apus melba) en los peñones. Entre las novedades estaba la corneja cenicienta (Corvus corone cornix) y el trepador rupestre (Sitta neumayer). Por la noche también muchos autillos (Otus scops), mochuelos (Athene noctua) y chotacabras grises (Caprimulgus europaeus).





Puesta de sol en la costa de Koilada. C. Aguilar
Todo ello sin ir específicamente a buscar ninguna especie, solo llevando los prismáticos a mano y yendo un poco atento por los paisajes que fuimos recorriendo. En los días que pasamos por la zona de Nauplio aprovechamos para visitar a unos amigos de La Rioja que viven desde hace unos años viajando en un barco por las islas griegas, Toño y Angela. Cuando les llamamos,  casualmente acababan de llegar a la bahía de Koilada a solo una hora de Nauplio, así que fuimos a buscarles. Allí nos enseñaron su modo de vida en el Allioth, su velero, y disfrutamos con ellos de un atardecer rojo incendiario alucinante, algo que ellos tienen la suerte de ver casi a diario desde su barco.




Embarcando en el Allioth con Toño. C. Aguilar
Cuando subimos al barco con la zodiac me comentaron que esa misma tarde habían visto tortugas en la bahía, así que no quité ojo a la lámina de agua hasta que dí con una de ellas. Fue solo la cabeza de una tortuga boba (Caretta caretta) que salía a respirar, pero para mí no pudo ser más  emocionante ya que nunca había visto una. Luego por la noche junto con otra pareja de españoles que acababan de llegar en velero a la bahía, cenamos en el Allioth. Vaya disfrute oír sus historias de navegación por las islas griegas, el sueño de cualquiera. Una vida que para ellos solo es posible con un día a día completamente austero y de muy bajo consumo, la receta para hacer durar el sueño.

domingo, 1 de julio de 2012

Grecia 1 (2009) Por tierra, mar y aire



Ruta del viaje de ida y vuelta a Grecia
En mayo y junio de 2009 hicimos Iratxe y yo un viaje de tres semanas para recorrer parte de Grecia. Habíamos pensado en diferentes formas de visitar el país, pero ir con nuestra furgoneta pesaba más que las otras opciones. Para llegar por tierra hay que dedicar varios días en ir y volver, pero aún así una vez allí nos compensa por la libertad de movimientos que proporciona y que tanto nos gusta. Además no habíamos vuelto ha realizar un viaje largo en furgoneta desde el 2005 cuando visitamos Rumanía y es una forma de viajar que nos encanta. Hubo muchas horas de conducción atravesando Francia e Italia siguiendo la vía La Junquera-Marsella-Génova por una costa que discurre por acantilados de vértigo sobre el mar y que se recorre por autovías con continuos túneles y viaductos.

 

Puerto y ciudad de Bari al sur de Italia. C. Aguilar
Para cruzar el Adriático bajamos toda Italia hasta Bari a coger un ferry hacia Patras. A la vuelta cambiamos la ruta y decidimos quitarnos todos esos kilómetros de Italia embarcando de Igoumenitsa a Venecia en un recorrido de 24 horas. Con tanto ferry al final resultó un viaje “anfibio” con un montón de horas con nuestra furgoneta en la panza de esos gigantes, aunque la mayor parte del tiempo fueron horas de noche. Lo que no esperábamos era acabar el viaje por aire, eso sí, ya sin la compañía de nuestra furgoneta. En el regreso,  a pocos kilómetros de Milán, el vehículo nos dejó tirados en una autopista por un problema con el embrague.  Como era fin de semana y la pieza tardaría en llegar unos días, el seguro nos ofreció pagarnos un vuelo esa misma tarde a Madrid y luego un alquiler de coche para ir a Logroño.



Cargando la furgoneta en el ferry. Foto: C. Aguilar
Todo para evitar mantenernos los tres días de espera que según la póliza tienen que costear cuando estás en el extranjero. A nosotros también nos pareció mucho mejor, incluso acabamos llegando a casa un día antes de lo esperado, como en el famoso adelanto de un día del viaje Willy Fog, el de la vuelta al mundo de Julio Verne. La furgoneta fue “repatriada” una semana más tarde sin mayores problemas, así que sin esperarlo nos salió un viaje por tierra, mar y aire. Pero en lo que a Grecia se refiere, entre una cosa y otra tuvimos poco más de dos semanas para el país, en realidad muy poco tiempo para tanto que ver. Este viaje era más cultural que otra cosa, pero aún así el viajar en furgoneta te pone en contacto directo con la naturaleza y no queríamos desaprovechar algunos paisajes del país mediterráneo por excelencia.



Ruta por el Peloponeso y Grecia continental
Dedicamos una semana al Peloponeso, la península que alberga la mayor parte de los yacimientos de la civilización griega y también unos días a Atenas y al Cabo Sunión disfrutando de más “piedras”. De ahí hicimos un recorrido hacia el noroeste pasando por las ruinas de Delfos junto al parque nacional de Parnassos, visitando los impresionantes monasterios ortodoxos de Meteora y por último la región montañosa de la Zagoría, para acabar en el puerto de Egoumenitsa. En la cordillera balcánica griega, cerca de Albania, estuvimos en una de las gargantas más profundas del mundo según el libro Guinness, la de Vikos. Para acompañar el viaje me llevé una buena referencia para disfrutar y entender la antigua Grecia, “El corazón de Ulises”, bien contado, muy recomendable y de uno de los mejores escritores de viajes de hoy en día, Javier Reverte.



Puerto de Patras, luz, mar y montañas. C. Aguilar
En un viaje por un país tan caluroso siempre hay momentos de sopor en los que nada mejor que el relax de la lectura a la sombra. Y es que este es un país luminoso y muy caluroso. Nada más llegar a Patras en el ferry  ya vimos que la luz que hay es especial y cegadora, desde luego Grecia responde a la imagen de país soleado envuelto de Mediterráneo que tenemos él.  En ese puerto y en el tramo de ferry que hicimos de día, pude hacer algunas observaciones de aves marinas como pardelas cenicientas (Calonectris diomedea) y mediterráneas (Puffinus yelkouan) y pagazas piconegras (Gelochelidon nilotica). Tuve pocas ocasiones más de ver marinas por los derroteros del recorrido, pero al menos esta ya fue una buena bienvenida a Grecia.


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