miércoles, 1 de febrero de 2012

Francia 5 (2011) Costa salvaje y Península de Quiberon

Costa salvaje en Quimberon. Foto: César Aguilar
Los franceses venden muy bien sus “productos” y por eso ante el apelativo de la costa salvaje en la Península de Quiberon quizás esperaba algo más. Cerca de Carnac se sitúa un larga barra de arena de 15 kilómetros que se adentra en el Atlántico, con largas playas a ambos lados, flora dunar, y acabado en un zócalo amplio de roca dura. Toda la zona es muy turística y hay muchas poblaciones dispersas, además está ahí el puerto donde se coge el ferry a la isla más grande del Atlántico de Francia, Belle-Ile-en-Mer. En general las costas bretonas están bastante pobladas, además con un tipo de ocupación del hábitat muy disperso con edificaciones cuidadas y bonitas pero continuas y por doquier. Fuera de las carreteras principales, en torno a las poblaciones de la costa, te pasas el día recorriendo avenidas con casas ajardinadas, rotondas y más rotondas para llegar a un sitio natural sin gente.



Algas y mejillones tapizando la roca. C. Aguilar
Por otro lado, no vimos muchas carreteras que recorrieran el litoral con buenas vistas al mar, al menos como suele haberlas en las costas españolas. Por ello cuando se juntan costas sin poblaciones, cortados rocosos y  buenos accesos, esos sitios parece que se vuelven muy atractivos para el turismo nacional. Es lo que vimos en la costa salvaje de la Península de Quiberon, que estaba bien pero llenita de paseantes. Luego vimos situaciones similares en otros cabos y zonas naturales de la costa bretona. No es por comparar pero en verano en el Cantábrico aún puedes encontrar muchos sitios parecidos con bastante menos gente, o quizás sea que en España pocos salen de la arena y el sol a pasear por los senderos costeros como hacen aquí.



Manojo de percebes. Foto: César Aguilar
Pero en fin, era julio y tras esas primeras impresiones y choque de expectativas, los sitios merecían la pena y tampoco estaban nada mal. En un primer momento, cuando ves de lejos esos acantilados rocosos tienen un aspecto un poco “feucho” con una coloración negra que pareciera el resultado de una marea negra. Pero cuando te vas acercando ves que en realidad se trata de inmensas colonias de mejillones. Este es uno de los productos estrella de la región por todos los restaurantes ves carteles anunciando los “moules” que es como se llaman en francés. La gran diferencia entre la pleamar y la bajamar en estas costas, dejan un amplio espacio intermareal donde crecen abundantes los mejillones. Un vistazo detallado a esas rocas hace encontrar además de mejillones, una superficie con percebes, lapas, bígaros y bellotas de mar en gran cantidad.



Actinia equina abierta. Foto: César Aguilar
Las algas es otra de las cosas que sorprende en estas costas, pues a poco que te pongas a mirar encuentras un montón de especies y la biomasa que hay sobre las rocas es impresionante. Buscando en los charcos intermareales de la zona, eran muy frecuentes los tomates de mar (Actinia equina). Los había visto en otras ocasiones pero siempre replegados, poco más que una bola gelatinosa con los tentáculos guardados. Aquí, por el contrario había bastantes abiertos y activos en los charcos que aún mantenían agua. Fue algo que me resultó sorprendente pues había leído que eran bichos de actividad nocturna. Pero vamos, que para mi mucho mejor así porque hasta el momento no había sacado unas fotos tan buenas de estos animales en ningún sitio.

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