domingo, 14 de noviembre de 2010

Peru 6 (2010) Machu Pichu y los 40 ladrones

Nevados. Ruta Machu Pichu. Foto: C.M. Aguilar Gómez
Como ya nos habían advertido, en estos tiempos llegar a Machu Pichu es todo menos barato. Aun así, cómo dejar de visitarlo la primera vez que estábamos en Perú. Para llegar allí hay que coger un tren que recorre el Valle Sagrado hasta Aguas Calientes. La verdad es que los precios del tren son abusivos y otro tanto el acceso si quieres ir a pie por el llamado Camino del Inca. Desde luego se ve que están exprimiendo a tope la gallina de los huevos de oro. Para evitar esa ruta tomamos una ruta que da un gran rodeo fuera del Valle Sagrado y que atraviesa un gran puerto con varios nevados a su alrededor. El recorrido va por carretera y pistas de tierra y pasa por la población de Santa Teresa por paisajes de ceja de selva. Finalmente se llega a la estación de tren de Central Hidroeléctrica y de ahí se toma un pequeño tramo de tren hasta Aguas Calientes.


Carretera en ceja de selva. César María Aguilar Gómez.
Para hacer este recorrido necesitamos dos día, uno para ir y llegar a dormir a Aguas Calientes y otro, madrugando, para subir a las ruinas y a media mañana deshacer el recorrido hacia Cuzco. No tenemos muchas opciones sin cogerlo como “tour” en una agencia… ¡primer y último! A la primera de cambio nos dejaron tirados, primero en la comida, después en el apeadero del tren y finalmente en Aguas Calientes donde descubrimos que no teníamos ni guía, ni entrada a Machu Pichu ni siquiera hotel para dormir. Ya estábamos por darnos media vuelta y denunciar a los de la agencia, cuando entre unos y otros dimos con una persona formal, la chica de la oficina de turismo de Aguas Calientes. Fuera de su horario y con bastante esfuerzo por su parte, consiguió amedrentar a los de la agencia y conseguir que cumplieran con algo de lo que habíamos contratado. Sucede que, con el “emporio” turístico que se han montado aquí, todo son intermediarios de intermediarios y cuando hay algún problema nadie se hace responsable. Por otra parte lo nuestro no fue algo excepcional, vimos más situaciones de gente reclamando y desconcertada al no saber quién tenía sus entradas, cuál era su hotel, quién su guía o situaciones similares… ¡en fin!
 


Tren Central-Aguas Calientes. César María Aguilar Gómez
A pesar de todo Machu Pichu merece una visita si te quitas del humor tanta chapuza a su alrededor. En especial la aproximación en tren del último tramo a Aguas Calientes me dejó boquiabierto, ver la selva desde la trinchera de la vía era algo nuevo. Cuando recorres las selvas desde dentro siempre son monótonas todo palos y una inmensa bóveda verde, mientras que desde fuera el único sitio "panorámico" son los ríos y con poca variedad. Allí desde la vía del tren la imagen de la selva era completamente inédita para lo que yo conocía, así que no paraba de alucinar con la nariz pegada a la ventanilla. No se por qué, pero me había hecho a la idea de que Machu Pichu estaría en una zona montañosa pero no selvática y húmeda. Quizá la cercanía de las requemadas punas de Cuzco me habían despistado, en cualquier caso fue un agradable sorpresa.
 


Machu Pichu. Foto: César María Aguilar Gómez.
Ya en lo relativo a las ruinas de Machu Pichu, nuevamente para disfrutar hay que ponerse una coraza a prueba de las invenciones de los guías. De esto ya nos advirtió Jesús di Castillo, allí guías-guías no hay, sino gente que cuenta historias mal aprendidas con una versión acrítica de lo que son los conocimientos que puede aportar la arqueología de un lugar como este. Para ellos el siglo XII es el del año 1200, el "Este" es un punto cambiante según la ventana desde la que te estén explicando que entra el sol y son capaces de decir donde dormía el inca, en qué postura y con quién. Todo esto con guías oficiales que allí está todo regulado y no hay buscavidas como puede suceder en otros lugares.

 


 Begonia bracteosa. Foto: César María Aguilar Gómez
En realidad Machu Pichu es impresionante, a mi modo de ver sobretodo por su ubicación, el entorno que lo rodea y el buen estado de conservación de los edificios. No obstante, a ciencia cierta se sabe bien poco de lo que fue en su momento. La cultura inca no tenían sistema de escritura y buena parte de lo que se conoce es de las crónicas que dejaron los conquistadores. Sin embargo la ciudadela no figura en las crónicas de los españoles y no fue “descubierta” hasta el año 1911 por Bingham, un arqueólogo norteamericano. No se tiene claro por ello si fue un lugar de culto, si fue la residencia de un inca o siquiera si en el momento de la conquista estaba ocupada o ya se había abandonado. Eso no le quita un ápice de valor ni encanto, pero hay una especie de exaltación mística y fabulada en torno al sitio, la misma que exhibían los “guías”, que no llego a compartir.
 


Lagidium peruanum Foto: César María Aguilar Gómez
En cuanto a naturaleza, el entorno es exuberante, sobre el río Urubamba se desperdigan cerros cubiertos de vegetación hasta en las paredes más verticales. Aquí si que se veo más común árboles floridos y me sorprenden algunas plantas de las que no sabía su origen tropical. Es el caso de las begonias, nuevamente esas que tenemos como plantas de interior. Por otra parte, la afluencia de turista que dejan a diario restos de comida, hace que se puedan ver escenas insólitas como las del Caracara andino (Phalcoboenus megalopterus) andando confiado entre las ruinas. Otro tanto sucede con los Chingolos (Zonotrichia capensis) que aquí hacen el papel de nuestros gorriones. También es sorprendente la tranquilidad con que se despachaban las Vizcachas (Lagidium peruanum), un curioso roedor andino con un aspecto a medio camino entre un conejo y una ardilla bastante confiado aquí.

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